¿Es necesaria otra opinión sobre los precios del menú en DiverXO? No, no lo es. Tampoco era necesaria la primera, en realidad. No creo que se imprescindible que opinemos sobre todo, sobre lo que cada uno decide cobrar en su negocio o lo que cada uno decide pagar por un servicio, un producto o una experiencia. Y sin embargo, aquí estamos.
Muy poco de lo que escribimos los que no hacemos producción científica es necesario. Quizás una parte de lo que se escribe desde aquel ámbito tampoco lo sea. No sé en qué momento nos convencimos de que el hecho de que algo sea necesario le da mayor valor, pero nos empeñamos en ello. Comer es necesario, el queso de Cabrales no; un supositorio, a veces, es necesario, los Museos Vaticanos no. Hablemos, entonces, de supositorios. O, mejor, en vez de ponernos intensos, hablamos lo que no es tan importante, pero al final, por algún motivo, nos importa y nos convierte en algo más que unos tristes.
Pero, volviendo al tema ¿es escandaloso que Dabiz Muñoz haya subido (hace unos meses) el menú de su restaurante a 365€ sin bebidas? A mí no me lo parece. Eso no quiere decir ni que yo pueda pagarlo habitualmente, ni que crea que todo el mundo pueda ni, quizás, que me apetezca hacerlo. Pero como el centro del mundo no soy yo, ni tú, Manolo, igual tenemos que buscar otra vara de medir.
En este caso, como en casi todos, por otra parte, hay una vertiente objetiva y otra subjetiva. El de Dabiz Muñoz es, actualmente, uno de los restaurantes mejor considerados del mundo por los especialistas. Podemos cuestionar a esos especialistas, claro, pero si lo hacemos sólo cuando no podemos pagar lo que nos proponen y hacemos cola, sin embargo, cada mes de noviembre delante del nuevo restaurante en la ciudad que ha ganado una estrella Michelin, lo único que demostramos es que lo que nos importa es nuestro bolsillo y no su criterio. Así que mejor no los cuestionamos hoy.
¿Es caro que uno de los mejores restaurantes del mundo cueste el doble que el mejor restaurante de tu provincia? Quizás, no lo sé. Tal vez hace tiempo que no revisas precios y si lo haces puede que descubras que algunos de esos otros, tan competitivos por comparación no hace tanto, están desbocados en una galopada que no tengo muy claro a dónde lleva ni cómo acaba.
¿Es caro que uno de los mejores cuadros del mundo cueste el doble que el de un artista de cierta fama en tu pueblo? ¿Es excesivo que la entrada a la mejor sala de conciertos cueste el doble que la del teatro comarcal que te corresponda? ¿Es caro que uno de los mejores escritores del mundo cobre 25 veces más por una conferencia que la celebridad local de turno?
Yo creo que podemos aceptar que todas esas cosas son más o menos prescindibles, que nos interesan o no, que nosotros nos gastaríamos ese dinero, en caso de tenerlo, en ese producto o preferiríamos ahorrarlo. Pero eso no hace que sean caros. Si nos aferramos a la comparación a lo mejor lo que ocurre es que, en realidad, el que es caro es el de abajo: que si la entrada para ver al mejor director de orquesta cuesta 200€, la del auditorio de tu pueblo tendría que costar, si lo único que medimos es el valor del producto, 3 y que todo lo que suba de ahí, en realidad, es excesivo; que si Dabiz Muñoz cobra 365€, tal vez el estrella Michelin de tu pueblo tendría que costar no más de 40€. Y quizás eso haría que no fuese viable y tuviese que cerrar. Pero ese es otro debate.
A ver cómo lo digo: no, no tienes derecho a poder acceder a lo que quieras, cuando quieras, al precio que puedas permitirte. Me sabe mal, pero no va así. Hay cosas que son lujos, que por su naturaleza, por su escasez o por otros parámetros, que a veces pueden parecernos más o menos frívolos, tienen un coste al que la mayoría no llegamos. Y no pasa nada. Lamento que lo descubrar a tus tiernos 50 años, Manolo.
O sí, y entonces nos cuestionamos el capitalismo en su conjunto. Pero como aquí veníamos a hablar de cosas sin importancia y no a refundar el sistema económico occidental sólo porque un señor decide cobrar en su restaurante lo que le da la gana, mejor aceptamos que no pasa nada, aceptamos también, como adultos, que cada uno tiene el dinero que tiene y que hace con él lo que puede/quiere/le conviene seguimos con nuestras vidas.
Reconozcámoslo: la mayoría de nosotros no vamos a ir nunca a DiverXO o lo haremos de manera muy excepcional. No somos su cliente habitual, no vamos ir todas las semanas ni todos los meses. Así que es algo, en realidad, como decidir si nos vamos a Eurodisney o a Kuala Lumpur de vacaciones, si nos compramos un coche de 75.000, si nos compramos un pantalón de H&M o uno de Versace. Ninguna de esas cosas es, en realidad, importante. Todas son, en cambio, bastante más cotidianas que una cena en DiverXO, algo en lo que tomamos decisiones sin ponernos tan serios y, aquí estamos, llevándonos las manos a la cabeza porque un señor decide que, en un restaurante al que seguramente no iremos, hace lo que le parece mejor sin preguntarte qué te parece, Manolo.
Hay que reconocer algo: somos seres fascinantes. Si das un paso atrás e intentas vernos como a insectos debajo de una lupa, tenemos algunos comportamientos curiosos de ver.
Otra cosa son las declaraciones de Muñoz sobre si pagar 365€ por comer es asequible o algo que la clase media se puede permitir. Hablan sobre lo mismo, pero en realidad hablan de otras muchas cosas que me parecen bastante más serias.
¿Qué es asequible? Empecemos dejando claro que entiendo lo que dice Muñoz y hasta cierto punto lo comparto. Hasta cierto punto. 365€ (suponiendo que comer allí costase solamente 365€ y que la mayoría no tuviésemos que pagarnos, además, viaje y hotel) son algo asequible en el sentido de que una parte significativa de la población podría, proponiéndoselo, llegar a ello.
¿Cuánto cuesta tu teléfono móvil? ¿Es realmente necesario que tengas (o tenga yo) un móvil que cuesta eso? ¿No te arreglarías con uno que costase algo menos? Tomemos una Comida en Diverxo (CM) como unidad de referencia ¿Cuántas CM podrías permitirte si tuvieses un móvil más básico? ¿Y el coche? ¿Cuántas CM cuesta tu coche? ¿Es realmente imprescindible que sea ese coche y no uno un poco más barato?
¿Cuántas plataformas de streaming tienes para, reconozcámoslo, quizás usar algunas de ellas de vez en cuando nada más? ¿Cuántas CM suponen al final del año?¿Tienes tatuajes? ¿Son necesarios? ¿Cuánto te has gastado en ellos a lo largo de los años? ¿Cuánto gastas en cañas al mes? La última vez que hiciste una escapadita con tu pareja ¿Era necesario ese hotel? ¿Era, si vamos un poco más allá, necesaria la escapada? ¿Por qué compraste esa edición superchula del libro y no la de bolsillo, si lo vas a leer probablemente una vez y luego va a quedarse acumulando polvo? ¿Por qué fuiste al cine a ver esa película, bebida y palomitas, quizás butaca XL incluidas, si en pocas semanas la vas a poder ver en casa, que para eso pagas esa plataforma? ¿Hacía falta irse tres días a ese festival? ¿Es necesaria Formentera, así, como concepto, tal como la conocemos hoy? ¿De verdad necesitas pagar 30€ para ir un día a las islas Cíes?
La respuesta es no. Y no pasa nada. No es necesario, pero una parte de la población puede hacerlo. Una parte más pequeña de lo que debería, pero aún así una parte relevante que lo hace, además, sin tapujos y sin ningún cargo de conciencia. Es una cuestión de prioridades. Lo haces porque puedes y quieres, porque te compensa, porque te da una serie de beneficios, psicológicos, anímicos, en términos de relaciones sociales.
Si calculas cuanto gastas en esas cosas, quizás en muchos casos resulte que sí, que sí podías ir a DiverXO si hubieras querido. Quizás no hoy, quizás dentro de 6 meses, probablemente renunciando a ir a Santorini este año o a ver, otra vez, a Vetusta Morla, pero podías. Lo que ocurre, Manolo, es que no quieres. Querrías, quizás, si costase 60€. Y como no está al precio que querrías, te pones de morros. Tan simple como eso. La de vueltas que le damos, a veces, a estos problemas del primer mundo.
Hay gente que lamentablemente no puede. Ni ir a DiverXO ni muchas otras cosas. Y a esa gente, probablemente, esta le parezca una discusión prescindible, esta sí. Puede que, incluso, le parezca insultante. Porque una cosa es que haya lujos o haya privilegios y otra, Manolo, es que creas que tienes derecho a ese privilegio, te ofendas porque es un poco más caro de lo que era ayer (al final ha subido un 30% ¿Te parecía barato antes o estamos sobreactuando un poco ahora?) y se lo restriegues a quien no puede ni soñar con ello.
Si entramos en esa deriva, si empezamos a dar por supuesto que solamente es aceptable aquello que podemos permitirnos todos cuando queramos, seguramente el debate va a ser entretenido. Estoy dispuesto ¿eh? Creo que es un debate que, como sociedad, deberíamos haber tenido hace tiempo y deberíamos tener encima de la mesa con más frecuencia. Aunque me temo que la mayoría de los que se han tirado de los pelos con la polémica-fundamental-de-esta-semana-que-habremos-olvidado-la-semana-próxima no iban por ahí y lo que querían era darle un poco de estopa al marido de Cristina Pedroche.
Porque hay restaurantes más caros, bastante más caros y probablemente bastante menos interesantes que DiverXO, y no andamos por ahí rasgándonos las vestiduras, aunque sea sólo porque si lo hiciésemos no ganaríamos para camisas.
Dabiz Muñoz no ha estado fino con sus declaraciones. Entiendo lo que quiere decir e, insisto, comparto el fondo. Pero no era el momento y, desde luego, no fueron las palabras mejor escogidas. Pero a estas alturas deberíamos distinguir entre fondo y forma. Y aquí estamos,a pesar de ello, como los seres inmaculados que somos, esperando para apedrear al siguiente famosete envidiado que se desvíe lo más mínimo de la senda de la virtud; para hacer nuestra la bandera de la lucha de clases cuando nos da por ahí (y dejarla luego bien guardada en el trastero) y no tratar de entender qué quiere decir en realidad.
Porque hay dos opciones: que esa persona te parezca más o menos interesante, y entonces valdría la pena que trates de entender si quería decir eso en realidad o cuál es la idea que hay debajo de una frase formulada de una manera no demasiado sutil, quizás, o que te parezca que esa persona es tonta de remate. Entonces lo que no acabo de entender muy bien es qué haces perdiendo el tiempo con sus tonterías, Manolo.
Me interesa el mundo de lo no necesario, de lo prescindible, de lo que no hace falta para vivir pero nos hace más ricos, más interesantes y de paso, hace la vida más soportable. Dabiz Muñoz incluido, aunque quizás no hayan sido sus declaraciones más redondas. O esta newsletter, también prescindible y dedicada a hablar sobre cosas innecesarias. A lo otro, ese espíritu que parece sacado de la antigua RDA, moralista y farsante, no acabo de pillarle el punto.
Recolección
No ha sido la mejor semana del año. Ha habido algunas noticias malas y algunas más no tan buenas como esperaba. Así que el paseo de ayer por la playa fue un bálsamo.
Por fin empezamos a bajar de los 30º y se puede pasear por la playa sin buscar la sombra todo el tiempo. Y en esta, que es uno de esos sitios no particularmente especiales que me sirven para desconectar, me llevé ayer una alegría.
Me gusta la recolección de hierbas silvestres, de bayas, de setas… Ayer, por primera vez este año, entre los árboles cercanos a la orilla encontré endrinas, frutos de espino blanco, escaramujos y, junto a ellos, acelga de mar, cakile marítima, etc. Muy pocas cosas consiguen que pierda el tiempo tan a gusto. Ahora sólo me queda decidir si hago jalea o licor. Otro de esos asuntos completamente prescindibles que hacen la vida, al menos a mí, al menos la mía, un poco más agradable.
Muchas gracias por seguir ahí una semana más.
Estoy ultimando la primera entrega del Atlas de las Carreteras Secundarias. Ya casi.
Algunos enlaces
Atelier Lima es un estudio de arquitectura de Perú. En su proyecto Mercado Itinerante exploran las posibilidades de estructuras móviles, realizadas con materiales ecológicos y/o reciclados para crear nuevas dinámicas en distintos espacios de las ciudades.
Creo que, ahora que las compras online han ido mostrando su cara más fea y las ciudades se enfrentan a un empobrecimiento, a veces a una desaparición, de su tejido comercial, la investigación de propuestas de este tipo puede generar alternativas para los próximos años, en los que me temo que nos harán falta espacios en los que comprar, convivir, socializar y hacer barrio. O eso o bajamos los brazos definitivamente, nos retiramos a los PAU y le entregamos las llaves de las ciudades a Amazon.
Lo que he leído
Una de mis libreras de confianza, Inés, dirige una librería de segunda mano. Mucho de lo que tiene son libros que no se pueden definir como antiguos sino, más bien, ediciones de hace unos años. Aunque esta es una categoría que suele ningunearse, con frecuencia encuentro allí alguna cosa descatalogada o alguna primera edición. Y cuando no, muchas veces me permite leer cosas a precios muy contenidos, lo que hace que pueda tener acceso a muchas más.
De vez en cuando me suena la alarma de Whatsapp y es un mensaje de Inés, a veces solamente una foto. Como cuando me envió la de Alimentos y Guisos en la Cocina Vasca, de José María Busca Isusi, un trabajo de 1958 que no es muy fácil de encontrar.
Si eres un bibliófilo, aún se encuentra alguna primera edición a la venta. Si no, hay una reedición más reciente y más barata, aunque estéticamente mucho menos interesante.
Es un libro curioso si te interesa la historia de la gastronomía o la cocina vasca.
Hay que visitar más a libreros de viejo y buscar sin rumbo. Con frecuencia te llevas una sorpresa.
Lo que he visto
Sightseers (Ben Wheatley, 2012) es una de esas comedias británicas incómodas, agridulces, más en el lado de lo inquietante que de lo abiertamente humorístico. Una pareja que viaja por Gran Bretaña en una autocaravana, una serie de muertes por el camino, una relación poco convencional, una madre con demencia, un perro de compañía…
Es curioso cómo los británicos son capaces de moverse entre la elegancia refinada de un Downton Abbey o un Lo que Queda del Día y revolcarse en un realismo sucio más en la línea de Little Britain, algunas ideas en Dark Mirror o esta película, un guión un tanto retorcido que poco tiene que ver con una comedia gamberra americana.
Lo que he escuchado
En 1991 salió un disco, Ceremony, que me cogió por sorpresa. No era consciente de haber escuchado antes a The Cult, aunque sí los había escuchado sin saberlo, y bastante. Pero en aquella época cualquiera con el pelo suficientemente largo y una Gibson Les Paul tenía todas las papeletas para que me comprara sus discos.
Y así es cómo llegue a The Cult a través del primer disco de su declive. Venían de vender bastante bien con los dos anteriores, Electric y Sonic Temple y con este pincharon a lo grande. Si se hubiese publicado hoy seguramente habría sido acusado, además, de apropiacionismo cultural por su fascinación por las culturas nativas norteamericanas, pero por entonces fue algo distinto: hard rock, pero no mucho; un poco más alejado de la tendencia más comercial de la banda que los discos anteriores, pero tampoco demasiado; un cierto gusto por Hendrix, por The Doors y la sombra, a veces muy larga, del éxito de Guns N’Roses.
Y aún así, con esa combinación que suena tan poco prometedora, hay temas como Wild Hearted Son o Sweet Salvation que poco a poco se convirtieron en clásicos de la banda y de mis listas de escucha.
En aquellos 90 en los que, de pronto, las mujeres empezaron a aparecer con frecuencia en el mundo del rock, más allá del tópico de la chica guapa cantando pop, apareció de pronto Sheryl Crow.
Yo creo que aquí no llegamos a tomárnosla muy en serio nunca, aunque en Estados Unidos está bastante mejor considerada. Y, a pesar de algún patinazo más ñoño en su carrera, que, al final, a ver quién no ha tenido alguno en 30 años de trayectoria, me parece uno de los nombres interesantes de aquellos años.
50 millones de discos vendidos, ha tocado con gente como The Rolling Stones, Eric Clapton, algunos de los componentes de The Eagles, Prince, Sting, Bruce Springsteen, Eddie Vedder, Paul McCartney, Bon Jovi, Ben Harper, James Brown, Bonnie Raitt, Willie Nelson y alguno que otro más. Creo que si fuera un tío y feo como un ajo le haríamos bastante más caso.
Cuando leí el titular, lo que mas me chocó fue "experiencia de lujo" y no lo relativo al precio o las posibilidades de pagarlo. A mi tambien me interesaria un debate sobre lo que esperamos de la alta cocina, qué primamos: ¿el lujo o el hecho gastronómico? (Ni que decir tiene que el sintagma "experiencia gastronómica" me produce sarpullido, pero eso es repunantismo.)
No tenía muy clara mi opinión sobre el tema y me has dado un montón de argumentos para decírmelos a mí mismo. Y no solo para este tema, sino para otros muchos relacionados con el coste de los productos (sobre todo culturales) y ante los que mi primera reacción es levantar la ceja y rechazarlos por el simple hecho de que en mi escala de lo que deben valer las cosas supera mi mínimo admitido. Vengo de pagar 60 euros por un vinilo de Beyoncé que seguramente no lo valga; pero siendo el disco que con diferencia más he escuchado este año creo que, en mi cabeza, vale eso y mucho más.
Deberíamos opinar menos sobre todo y dejar que la gente disfrute con lo que le gusta. Yo asumo que DiverXO no es para mí y el mundo sigue corriendo.
Muy buen artículo, Jorge.
Un saludo.