Si tienes una suscripción al Atlas de las Carreteras Secundarias, acabas de recibir un texto en el que te cuento algunos de los motivos por los que en los últimos meses voy un poco a salto de mata.
Pero lo que allí cuento no es todo. Y creo que explicar cómo ha sido el último mes es un buen modo de exponer la realidad, una parte de la realidad, al menos, de esta temporada.
Nuestro año laboral tiene altos y bajos. Después de un tiempo aprendes a entenderlos y a hacer una media que, afortunadamente, al final del año sale bien, pero de la misma manera que en los meses más tranquilos tienes una sensación un tanto esquizofrénica de relax, de poder aprovechar el tiempo para lo que te apetezca y, al mismo tiempo, de empezar a subirte por las paredes pasados los primeros días, la temporada alta es, también, ambivalente en ese sentido.
De todas las temporadas altas del año, quizás la primavera sea la más intensa y, dentro de ella, el mes de mayo el que se lleva la palma. Desde la semana santa y hasta el comienzo del verano se suceden las convocatorias, los viajes y los motivos para estar fuera de casa, que se suman al trabajo habitual y a la certeza de que julio y agosto van a ser tranquilos, laboralmente hablando, lo que hace que estas semanas me esfuerce un poco más.
Es un momento muy apetecible del curso: el clima suele acompañar, los reencuentros se suceden, buena parte de las salidas son por motivos y a lugares realmente apetecibles y acabo por volver a casa cargado de material para escribir.
Sin embargo, pasada la euforia de los primeros días, el cansancio se va acumulando, las ojeras son cada vez más profundas, más oscuras, y me encuentro, cada vez más pronto, pensando en el momento de volver a casa.
Han sido 8 hoteles distintos, cuatro reportajes por aquí, de los de ir y venir en el día, y horas de oficina aquí y allá, cuando he encontrado el hueco -como hoy, sábado- Anna ha estado fuera, por trabajo y por motivos personales, unos cuantos días, así que ha sido complicado mantener la rutina. En realidad, conseguir que el mes no me pase por encima como un tren es ya todo un logro.
Y aquí estamos, a tres semanas de que la temporada acabe, tratando de mantener el ritmo y de que no se quede nada atrás.
Como sé que siempre me quejo en genérico, aquí te dejo mi resumen de mayo, para que te hagas una idea y, de paso, sirva de recopilatorio de lugares que han valido la pena:
30 de abril
Me despierto en Ferreira do Valadouro (Lugo), tengo tiempo de pasar por la Panadería Crespo, en Mondoñedo, antes de una tanda de reuniones y de volver, a última hora, a Santiago. En la carretera, de vuelta a casa, paro en Gontán. Me fascinan los cementerios de la Terra Chá.
2 de mayo
El avión de Anna llega con retraso a A Coruña. Aprovecho las horas muertas para acercarme al Emporio de los Sandwiches, uno de esos lugares abiertos por emigrantes retornados en los años 70 y que fueron una de las primeras ventanas a una modernidad gastronómica de la que Galicia se había mantenido al margen. Esta próxima semana publico algo sobre ellos en Directo al Paladar. Llegamos a casa de madrugada.
3 de mayo
Reportaje para Guía Repsol en Santiago.
7 de mayo
Madrugón para llegar a comer al restaurante Ronquillo (Ramales de La Victoria, Cantabria). Qué encanto de gente y qué a gusto estuvimos. A la vuelta, publiqué un texto sobre ellos en Comer - La Vanguardia.
Continuamos por carreteras secundarias, Ambasaguas, Zalla, Sodupe y llegamos a dormir a Aretxabaleta ¿Por qué? me preguntó alguien ¿Por qué no? ¿Cuándo voy yo a volver a despertarme en Aretxabaleta?
La Casa Rural Areano es tranquila y sencilla, está colgada en la ladera, a un par de kilómetros del pueblo, y por la mañana nos despertamos con fresco, con las ovejas asomando entre jirones de niebla. Nos vamos a desayunar a Tolosa ¿Por que? Me preguntó alguien ¿Por qué no? Tenía ganas de conocer la panadería Garia y de probar algunas especialidades de la pastelería Eceiza.
8 de mayo
Hoy toca sesión en el Basque Culinary Center, hablar de ecosistemas gastronómicos -sí, eso existe. Tengo desarrollada toda una teoría alrededor de esto y puedo hablar sobre ello durante un buen puñado de horas seguidas. Y sin matar a nadie- Una de las cosas que más me gustan de estas colaboraciones es conocer a gente que luego, con cierta frecuencia, me reencuentro aquí y allá. De entre la gente que ha ido pasando por este tipo de charlas en los últimos años, con algunos me he vuelto a ver en trabajos, en medios de comunicación o en escenarios. Es de lo más bonito de lo que me ocurre, laboralmente, a lo largo del año y es un lujo que se repita en diversos momentos del curso.
Cenamos. Quería volver al Geralds con Anna. Vine en alguna ocasión antes de subirme al autobús hacia el aeropuerto de Bilbao, de regreso a casa, y me gusta su ambiente de bar, su propuesta de cocina sencilla aunque interesante y su personalidad.
10 de mayo
Despertamos en Picos de Europa. Hace frío. Estoy cansado. La cama no era la mejor, digamos. Pero las vistas pueden con todo. Ayer comimos en La Casa de Pedro García, en Solares (Cantabria), sencilla, pero agradable, con un encanto innegable. Después tomamos café en Kira Coffee, en Sarón. Hoy paramos un momento en Villaviciosa y de vuelta a casa.
12 de mayo
Apenas hemos tenido tiempo para poner unas lavadoras, hacer limpieza del frigorífico y estar un rato con los gatos antes de pegarnos un madrugón, de nuevo, para volver a Asturias.
Jornadas sobre Agenda 2030 y gastronomía. Por la tarde modero una mesa redonda. A la noche me quedo dormido antes de poner la cabeza en la almohada.
13 de mayo
Lastres. Llevo a Anna al aeropuerto. Se va unos días a Italia. Yo regreso con el grupo a Villaviciosa, después a Oviedo. Como en Arraigo, un sitio en la periferia de Oviedo, muy interesante. Mañana a primera hora, antes de irme, visitaré el Museo de Bellas Artes -si no has estado, vale la pena, es céntrico, gratuito y una sorpresa- pero hoy no puedo más.
15 de mayo
Reportaje para Guía Repsol en As Garzas, en la Costa da Morte.
19 de mayo
Madrugón -empieza a no ser noticia- para ir a Conversaciones Heladas, en Logroño. 600 kilómetros de carretera. Canto la playlist a gritos. Llego a tiempo para darme una ducha y salir a hacer una primera ronda con Alberto, al que siempre me apetece volver a ver.
Reencuentros, risas, charlas, pinchos. Mañana jornadas en Bodegas Franco Españolas -Felicidades, Angelines y Fernando- y, de nuevo, me toca salir corriendo. A la noche llega Anna al aeropuerto de Asturias. Son solamente cuatro horas y media de coche hasta allí. Otro hotel, otra almohada, otra vez la maleta abierta sobre cualquier superficie. Mi casa está ahí dentro, últimamente.
21 de mayo
Antes de regresar a Santiago paramos en Salinas, a saludar a la gente del Eleonore y a conocer su The Pantry. Qué bien trabajan siempre, qué finura y qué gusto.
En tres horas y media estaremos en casa. Antes, paramos a hacer la compra y comemos de picnic junto a los acantilados cerca de Ribadeo.
28 de mayo
Tengo una mesa redonda en A Coruña. Esta semana he tenido tiempo de subir hasta la huerta y hemos podido ir un día a la playa y otro al río. Creo que son los primeros ratos libres en el mes.
Al acabar, aprovechamos para visitar una focacceria nueva. Una vez más, llegamos a casa ya de noche.
29 de mayo
Día de la Ascensión. Fiesta grande en Santiago. Salimos un rato, casi como si tuviésemos una vida normal.
30 de mayo
Anna vuelve a salir de viaje. Yo me quedo en la oficina y preparando una maleta más.
1 de junio
Avión a Sevilla y transfer a Jerez para asistir a Copa Jerez.
Qué maravilla de anochecer en Viña Ágata, el segundo punto más alto del Marco de Jerez. Como me gusta volver. Aquel pico, al pie de la puesta de sol, es el pago de Macharnudo.
2 de junio
Copa Jerez. Ponencias, tabancos, escapadas rápidas por la ciudad. Notas en el móvil, catas, abrazos, gente a la que no veía hace años. Bodegas, brindis. Vuelvo al hotel ya bien entrada la noche. Me quedo dormido con la luz encendida.
3 de junio
Mercado, Copa Jerez, escapada relámpago a Cádiz -amigos, charlas, reencuentros, tapas- y vuelta en tren a Jerez para la entrega de premios. Ducha, cena de gala, regreso de madrugada al hotel. En menos de seis horas hay que estar de nuevo en marcha.
4 de junio
Madrugón es la palabra del mes. Sevilla, café terrible, vuelta a casa. Mañana toca reportaje en Ourense y, a la noche, tratando de tener una vida funcional, concierto de Ariel Rot. Después, al día, siguiente, el primer aniversario de Casa RÍA.
En el calendario, todavía está Portugal, después Asturias y, después de eso, Madrid. A continuación, eso espero, una cierta calma, un poco de rutina. No hacer nada, que es lo mismo que decir que seguiré escribiendo, pero en otros proyectos, con otro ritmo, pensando ya en el otoño.
Han sido semanas de decir que no a muchas cosas. Me alegro de haber evitado algunas, otras me ha dolido tener que dejarlas o coincidían con citas de lo que yo llamo mi vida civil: médicos, familia, papeleos, banco, padres, hija, gatos, paseos por el barrio…
Te dejo una de las playlists que me han acompañado en el coche estas semanas. Lo más oído en esas horas de aquí para allá. Es una de esas cosas, como mi camiseta de estar en el hotel, como estos textos, que me permiten mantener una cierta sensación de rutina, un anclaje con la realidad.
Gracias por seguir ahí una semana más
No sé cómo sigues vivo, pero me alegro enormemente de que así sea. Abrazo!
Me ha encantado el formato. Agotador e inspirador a partes iguales. Ánimo. Y aquí estoy si necesitas becaria :)