En los últimos días ha habido un cierto revuelo alrededor de las listas de los mejores libros del año, en particular con la de Babelia y su -parece- excesiva atención a las grandes editoriales y los grandes nombres, su falta de diversidad y de espacio para propuestas y editoriales alternativas.
No sé si esto es así o no, pero sí que es evidente que existe una demanda creciente de esa diversidad por parte del público y del sector. Hay quejas, muchas quejas, algunas muy airadas. Y es cierto que uno se va a listas similares, en literatura o en otros ámbitos culturales, de otros países y esa diversidad sí que parece estar ahí. Estamos en el proceso, imagino. Poco a poco, que aquí se ve que no somos de prisas.
Es un debate interesante: diversidad o valor literario (o artístico, o arquitectónico… sea eso lo que sea) así, en abstracto, flotando en el vacío, al margen de cualquier otra consideración, puro, perfecto. No hay una respuesta perfecta, todo tiene sus luces y sus sombras aunque, como diría Javier Krahe, dejadme, ay, que yo prefiera… la diversidad. Por una cuestión de aburrimiento, más que nada.
¿Y en gastronomía? Pues en gastronomía, a ver cómo lo digo para que no duela. No, no estamos en ese punto. No en general y mucho menos por aquí. Las cosas, en este sector, llevan sus ritmos y no hay que apurarlas. No esperes nombres o discursos alternativos porque, como norma general, eso no va a ocurrir pronto. Y como no va a ocurrir, así te ahorras el disgusto.
No va a ocurrir porque cada vez que hay un intento, dura poco. Dura poco porque a los medios no suele interesarles. Y no suele interesarles porque cuando se explora ese terreno las visitas bajan, así que dura poco, en definitiva, porque al público no le interesa. Queremos más de lo mismo, de los mismos y, de vez en cuando, un nombre nuevo aquí o allá, casi la nota de color, que pronto pasa a ser parte del sistema, a recibir todas-las-visitas-que-hay-que-recibir y a aparecer en todos los rankings, todas las rutas, todas las listas y sobre el que todo el mundo escriba diciendo poco más o menos lo mismo, pero en sitios distintos, que eso sí da visitas.
Lo otro está, pero no se ve. Eso se debe a que el público, por lo general, no lo demanda, lo cual genera un terrible círculo vicioso y un techo de cristal aún más horrendo. Y por eso ni siquiera hay críticas al monocultivo, cosa que sí ocurre en la literatura o en la pintura. Ya sabes, si hay pocas mujeres en la lista, será que hay pocas mujeres interesantes; si hay poco de otras cocinas, será porque son cocinas que aportan menos; si hay pocos lugares de fuera de las grandes (grandísimas) ciudades y de las zonas más turísticas, es porque ocurren pocas cosas de calado fuera de esos lugares, claro. A poco que te muevas alrededor de este mundillo has escuchado cosas así docenas de veces. Y vas a seguir oyéndolas por lo menos un tiempo.
Y, verás, lo entiendo. A veces. Si eres un inspector de una guía, probablemente deberías olvidarte de condicionantes externos y juzgar el restaurante, al margen de sus circunstancias. Y si esto lleva a que en lugares con más dinero, con más turismo y con más visibilidad hay más propuestas de determinado nivel, no es tu problema.
Quien escribe y no es un inspector, sin embargo, tiene otras responsabilidades: creo que sería importante hablar del contexto, de por qué es así, de qué implica el hecho de que esto sea así; de qué está ocurriendo en otros sitios que quizás en abstracto sean algo menos interesantes, pero que, considerando dónde están, que no hay grandes grupos inversores, de esos con dinero para aburrir y un gusto entre dudoso y escalofriante, con intereses en la zona y demás tiene un mérito igual, cuando no mayor. Pero eso no va a pasar, porque en Tomelloso o en Malpartida de Cáceres se venden menos ejemplares que en Madrid, hay menos móviles que se conecten a la página y, al final, esto es un negocio, el dinero está donde está y hemos optado por reducirlo todo a eso.
¿Quieres una prueba? Busca en el especial Lo Mejor de… de Babelia, donde está lo mejor de la literatura, del cine o de la arquitectura ¿A que no encuentras Lo Mejor de la Gastronomía? ¿Sabes por qué no está ahí y sí lo encontrarás, seguramente, en El Viajero y en lugares similares? Porque hay una óptica que dice en público que la gastronomía es cultura, pero que ha decidido que no lo es en realidad. No tanto, no de verdad, vaya, así que tampoco vayamos a flipar y a ponerla al lado de la alta cultura, de la buena, de la de toda la vida, de la tocha, de la de poner cara de pensar. Va en El Viajero porque al fin y al cabo la gastronomía pertenece al ámbito del ministerio de industria, como el turismo, no al de cultura. La gastronomía como cultura nos importa solamente a la hora de pillar cacho, si hay una subvención, si hay un proyecto que vaya a regar de dinero la zona, si la UNESCO se plantea declarar algo. Entonces sí, que ya sale en el Quijote, en Quevedo y nos define como sociedad. Si no es así, es un negocio y como tal lo entendemos. Es lo que hay, aunque no nos guste. A mí, por ejemplo, no me gusta y aquí estoy. No pasa nada. Es mejor que morirse.
Pero, bueno, yo venía aquí a hablar de mi libro, o de mis libros y otras cosas de esas que venden poco, y no a ponerme cenizo. Ha sido un año intenso, probablemente no el mejor en términos globales, lleno de sobresaltos, de sustillos de salud (afortunadamente sin grandes consecuencias) y de imprevistos. Pero, con eso y con todo, ha sido un año en el que he disfrutado de libros, películas, viajes, lugares, restaurantes o productos maravillosos. Y el balance final es bueno. De ahí nace una lista que será tan sesgada, con tantos intereses y tan parcial como otras, pero es la mía y es la que toca hoy.
Mi lista del año
Ha sido un año extraño, como decía. No he salido de España, he viajado a algunas zonas que no conocía y he vuelto con frecuencia a otras y eso condiciona lo que he visto, lo que he descubierto o lo que me han contado. He leído más, por mucho que estos últimos días vuelva a costarme un mundo, he ido más al cine que en años anteriores y seguramente, aún así, mucho menos de lo que debería. Y de ahí sale este listado, que no es un ranking y no tiene un orden determinado. Y que si me pongo con él mañana probablemente sería completamente distinto.
Hotel Villa Rosario
No soy yo de quedarme prendado de los hoteles, pero la habitación de la terraza del Villa Rosario, en Ribadesella, es de esos lujos que no me importaría repetir de vez en cuando, quizás, incluso, con un poco menos de prisa que la primera vez.
Conservas Eutimio
Gente encantadora y un producto muy interesante. La conserva de kokotxas es un espectáculo. Este año los conocimos y visitamos el obrador. El año que viene, sin falta, también el restaurante.
Restaurante Casas Colgadas
Me gusta mucho la cocina de Jesús Segura y, además, ahora ha encontrado un espacio fuera de lo común que redondea la experiencia. De este, creo, sí que se oirá hablar. Y con razón.
Emmanuel Carrère
Yo, aquí, descubriendo la pólvora en 2022. Pero este año leí Adversario y Una Novela Rusa y el año que viene pretendo reincidir.
As Bestas
Peliculón, sin más. Bonita, dura, compleja, llena de capas que al principio no sabes si van a estar ahí.
Acantilados de Cap Negret
No es, quizás, lo que uno espera cuando llega a Ibiza y, aún así, qué bonita sorpresa encontrarlos y caminar por su borde aunque sólo fuera un rato.
Baño en el río Cinca
En las Gorgas de Puértolas, al norte de Aínsa, en verano, justo antes de una tormenta.
Svetlana Alexievich
Libros duros, pero de los que te apetece leer más. Qué difícil escribir así, imagino.
Mahón fuera de temporada alta
Estuve en primavera y en otoño. Me gustó más en otoño, pero volvería en cualquier momento que no sea época turística.
The Zen Diary
Fui por casualidad cuando estuve en el festival de cine de San Sebastián y me dejó una sensación realmente bonita. Creo que no está en ninguna plataforma, pero ojalá se hagan con ella pronto.
Campos de Hernán Pelea
El Jaén que no me había imaginado. Uno de los techos de Andalucía y un lugar que tiene algo hipnótico, no sé si por inesperado o porque no ves una casa, un pueblo o un coche durante horas.
La Huertona
Sí, se ha hablado bastante de él, pero no pienso que vaya a pasar de ahí. No tienen ni la estética ni, creo, el carácter para que se hable más. Y aún así, por suerte Ribadesella me pilla lejos de casa, porque si estuviesen a menos de un par de horas me dejaría allí el dinero que tengo y parte del que no. Esos pescados a la brasa, esas pieles, son una cosa de otro planeta.
Habría más, podría haber más: la panadería O Recreo de Ordes, el Lanzhou Beef Noodles que me demostró que es posible comer rico, fuera de los tópicos y del mamoneo y por (bastante) menos de 20€ en el centro de Madrid, las vistas increíbles desde la habitación en la Hospedería de San Carlos del Valle (Ciudad Real), el regreso al restaurante Nito (Viveiro) o a Casa Lestón (Sardiñeiro), el restaurante Ancestral de Illescas, La Borda Chiquín en Ansó, la Taberna La Manzanilla de Cádiz… pero creo que 12 son suficientes elementos en una lista.
Gracias por seguir ahí una semana más. Se acerca el fin de año y con él, espero, novedades. Así que por hoy lo dejamos aquí.
Paralelismo: hay un Lanzhou en el centro de Lisboa (Mercado Oriental, Martim Moniz) donde se comen noodles a menos de 10 euros, y que son una maravilla. Nomen, (c)omen
Llego a esta plataforma después de suscribirme hace algún mes que otro atrás a Carreteras Secundarias (las cuales leo con gusto desde el mail). Un placer leerte y otro saludarte. Quizás algún día me lance yo también a escribir...