Kilómetros
Esta semana los viajes han sido menos exóticos. O más, según cómo se mire. De Brujas he pasado a Palencia, Villarrobledo y Valdebimbre. 2000 kilómetros, un regreso a la carretera que ya apetecía en una semanas que, por otro lado, me están costando.
Será la edad, será el estrés post pandémico. No lo sé, pero cada vez tengo más dudas respecto a la gastronomía. Respecto al mundillo gastronómico, quiero decir. Respecto a los por qués y a los cómos. La realidad me ha obligado a poner el freno temporalmente, a tener que prescindir de citas que me apetecían. Y, a cambio, me ha dado tiempo para pensar. En fin, veremos.
Dudas y narrativas zombie
La cuestión principal es ¿Qué quedará de todo esto, de las modas, los nombres y las tendencias de 2021, dentro de 20 años? Alrededor de ella, toda una serie de cuestiones secundarias: por qué será así, qué estamos haciendo bien y qué estamos haciendo mal. Excesos, defectos, temas de los que se habla mucho y otros que apenas se tocan.
¿Un ejemplo? La discusión que hay ahí fuera, en el resto del mundo, desde hace 6 o 7 años sobre la comida culturalmente apropiada o sobre la gentrificación alimentaria ¿Habéis escuchado mucho sobre el tema por aquí? Yo tampoco. Aquí las dinámicas son otras. Otra vez. Alguna vez lo hemos intentado con lo de la apropiación cultural y no ha acabado de salir bien.
Lo pensaba desayunando en un bar marroquí del polígono Cobo Calleja el otro día. Eso también es gastronomía. Nuestra gastronomía. Es, quizás, más nuestra gastronomía que muchas puntas de lanza a las que nos hartamos de darles vuelta y a las que la inmensa mayoría de la población no llegará nunca. Porque no puede y porque -esto es clave- seguramente en muchos casos tampoco le interesa. Si sólo hablamos de eso, si sólo eso es gastronomía en el discurso oficial, entonces la gastronomía acabará siendo un gueto, un coto vallado al que sólo se entra con invitación (o con dinero, que para el caso es lo mismo).
Eso, las tendencias que nos empeñamos en evitar y los discursos que insistimos en mantener inmutables, me hace pensar en un concepto que aquí tampoco usamos demasiado, el de las narrativas zombies. Están muertas, aunque ellas no lo saben.
Fama
Me hace dudar, también, la existencia de estrellas del sector. Las hay, al menos desde Ferran Adrià, quizás antes, aunque hasta hace no mucho salían del lado de la cocina. Y hasta cierto punto es normal, son personajes noticiables y, en un momento en el que los recursos a nuestro alcance permiten una mayor exposición, su figura mediática fue creciendo. A veces con razón, otras, quizás, no tanto.
Me preocupa más la existencia de estrellas del otro lado de la barrera, aquello de transmitir la noticia sin ser parte de la noticia que parece haberse olvidado. De pronto estamos rodeados de versiones de Truman Capote de andar por casa. Da igual si van a muchos restaurantes, si van a muchos restaurante vestido de jirafa, si se hacen famos@s porque organizan cosas, representan a gente o trabajan de un modo u otro en el sector. Olvidamos el valor inmenso del segundo plano. Y nos gusta un foco más que a un niño un caramelo.
Cerezas
Raimundo García, que solía firmar con el seudónimo de Borobó fue director de los diarios La Noche y El Correo Gallego antes de trabajar durante décadas en la Agencia EFE. En su época gallega escribía casi a diario textos que bautizó como Anacos (pedazos, en gallego).
Era amigo de mi familia, así que lo conocía desde siempre. Nos sentábamos en la mesa de piedra delante de su casa de Trevonzos, y explicaba que un anaco era como una cesta de cerezas: quieres coger un par, quizás, pero enganchadas en sus rabos seguramente saldrán otras. Y tal vez haya otras enganchadas, a su vez, en esas. No sabes cuántas ni cuáles. Sus textos fluían de esa manera.
Cada vez me gusta esa idea de que escribir es como comer cerezas.
Muchas gracias por leerme una semana más.
Algunos links
Me gustan mucho las historias que cuestionan nuestras ideas preconcebidas y, aunque este sea un tópico que el mundo académico tiene claro desde hace décadas, acaba de publicarse un nuevo estudio sobre los dólmenes que me parece interesante.
Solemos pensar en estas construcciones megalíticas como algo relacionado con Bretaña, Irlanda, con el mundo celta (mezclándolo todo), druidas y demás. Y todo a pesar de que los haya en el Alentejo, en Cerdeña, en Turquía. O en Jordania, como en este caso. Y esto hace pensar en cómo hace 5.000 años se transmitían conocimientos y técnicas desde Oriente Próximo a las Islas Británicas, desde el Algarve a Asia Central con mucha más fluidez de lo que pensamos.
Otra historia arqueológica que me parece preciosa: los portugueses llegaron a Azores, que se consideraban inhabitadas hasta la fecha, hacia 1420. Algunos estudios han sugerido el paso de navegantes, quizás portugueses también, antes de esa fecha.
Pero un trabajo llevado a cabo por la Universidad de Azores y que comenta The Guardian, demuestra que mucho antes de eso alguien estuvo allí el tiempo suficiente como para cortar árboles para crear pastos y criar ganado en ellos. No eran navegantes que pasaban por allí por casualidad. Y esto ocurrió entre los años 700 y 850. Piensa en quién navegaba por el Atlántico en esa época, a ver qué te sale.
Efectivamente, la hipótesis más probable es la de los vikingos. Y esto es interesante porque no se conocen demasiados asentamientos vikingos tan al sur. No, desde luego, tan mar adentro. Entre otras cosas porque la navegación de los vikingos solía ser de cabotaje (con la costa siempre a la vista), y aunque hay excepciones como las Faeroe, Islandia o Escocia, no dejan de ser una rareza.
No es más que una hipótesis. Pero aquí entra una segunda investigación. En este caso de la Universidad de Cornell y sobre ratones. La cuestión es que parece que las distintas poblaciones de ratones europeos tiene una genética diferente e identificable según la zona de la que provengan.
El estudio afirma que los ratones estudiados en Azores tienen una genética muy similar a los que se encuentran en las islas Orkney, en las Hébridas, en la Isla de Man o en zonas de Irlanda, que fueron territorios en los que hubo asentamientos vikingos. Y que todas esos ratones, a su vez, tiene rasgos genéticos en común con los de Noruega. Y, al mismo tiempo, el estudio demuestra que los ratones de Azores no tienen apenas relación con los del Portugal continental en términos genéticos. Las fechas encajan. Y los ratones también ¿No es bonito?
Lo que he leído
Creo que ya lo cité en alguna carta anterior, pero es que no me canso de volver a él. Rolling Thunder: con Bob Dylan en la carretera, de Sam Shepard es una auténtica maravilla. Junta a dos de mis fetiches de la cultura de aquellos años que, en mi opinión, fueron de lo más brillante del siglo pasado. Diario y autoficción, crónica de un evento cultural que supuso de algún modo el final de una era. Literatura contemporánea sin los corsés que implica sentirse importante. De esos libros que te lees de un tirón.
Lo que he visto
Han sido días de mucho hotel y de poco cine, pero aún así hemos visto 12 hombres sin piedad y -no descubro nada- es magnífica. 12 actores, una habitación, una discusión alrededor de una mesa. No hace falta más. Bueno, sí, Sidney Lumet dirigiendo, Henry Fonda encabezando el reparto y un guión de esos que se encuentran muy de vez en cuando.
Lo que he escuchado
El otro día coincidí en un avión con Xacobe Martínez Antelo, uno de los músicos compostelanos más conocidos. Hace más o menos 30 años tocamos juntos, aunque durante poco tiempo, en una banda. Lo que queríamos era pasarlo bien y hacer un poco de ruido, nada más. Si me disperso ahora, es fácil imaginar cómo era con 16 años, así que supongo que la cabeza se me fue a cualquier otra cosa en pocas semanas y abandoné, o abandonamos, no lo sé, el proyecto.
Hoy Xacobe toca en Sumrrá, entre otros, que es uno de esos proyectos musicales valientes que aparecen muy de vez en cuando. Y fue bonito charlar con él después de tanto tiempo.
La mayoría conocemos a Lemmy, de la banda Motörhead, uno de los iconos más reconocibles del ámbito del heavy metal. Lo que mucha gente no sabe es que fue el encargado del equipo de Jimmy Hendrix, cuando este vivía en Londres. Y que después formó una banda de rock psicodélico, Hawkwind, que tiene un poco de MC5, algo del glam de la época y cosas que ya apuntan hacia donde iría Motörhead 10 años después.
Ayy... Lemmy en un texto de Guitián no, que me enamoro <3