Lo habrás oído, especialmente si tienes más de 35 años: lo de Rosalía no es música. En mi época sí que…
Huye. Huye como del fuego cuando lo escuches. Pocos prejuicios más se pueden amontonar en tan pocas palabras. Es cierto que con la edad todos nos vamos anquilosando un poco, y no sólo físicamente, pero, por un lado, habría que ver la edad de quien lo dice, porque en esto no es lo mismo mi abuelo que mi hermano, digamos. Cada década que pasa es un atenuante. Y, por otro, el anquilosamiento se combate y se ralentiza, tanto físicamente como en cuestiones de conexión con la realidad que te rodea. Sólo hay que tener voluntad de hacerlo.
Es posible que a ti también se te haya pasado por la cabeza en algún momento. Como a mí. Quizás la diferencia esté en que no lo hayas verbalizado, que es un matiz importante. O puede que lo hayas dicho. Tampoco pasa nada. Pero, como siempre, creo que lo mejor es pensar en ello antes de volver a decirlo.
Porque si le das una vuelta, seguramente te vas a encontrar con una cuestión de prejuicio y otra de filtros inconscientes ¿Cuál es la música que más te gusta? Déjame apostar: seguramente la que descubriste, más o menos, entre los 15 y los 22 años. Qué suerte haber crecido justo en el momento en el que se hizo la mejor música y que pena que después no se haya publicado ya nada igual ¿eh? Ya es casualidad que estés siempre en el ombligo del mundo en el momento exacto. Como yo, que no es nada personal contra ti.
Como eso es poco probable, quizás lo que esté ocurriendo en realidad es que ahora te falta contexto. En aquella época estabas más al tanto, te contaban más cosas sobre lo que estaba pasando, tenías que hacer un esfuerzo mayor para acceder a una música, que por lo tanto, valorabas más; seguramente salías más, o por lo menos con más intensidad, hablabas más de música con la gente que te importaba; estabas aprendiendo, te estabas empapando y estabas deseando dejarte influenciar. Aquello tenía que ver más contigo, pero no por sus características sino por tu contexto. Ahora, si estás por encima de los 30, es mejor que lo vayamos afrontando, cada vez estás un poco más lejos de que te envuelva un contexto como aquel. Lo que puedes hacer, si quieres, es luchar para que esa distancia no acabe por hacerse insalvable.
Por otra parte, aquella música tiene bastante que ver con muchas de tus primeras veces, con una época en la que vivías -vivíamos- todo con una intensidad que poco a poco desaparece también. Y menos mal que se va diluyendo, porque seríamos unos adultos difíciles de aguantar. Ahora, o dentro de unos años, según la edad que tengas, las cosas se ven desde otra perspectiva, ganan valores que con 17 años ni imaginabas que pudieran estar ahí y pierden otros. Pero, una vez más, eso tiene más que ver contigo que con la música de un momento o del otro.
Al mismo tiempo está el filtro que le aplicamos a todo con el paso del tiempo: si te rompiste el brazo en tu infancia, esa fractura ya no duele tanto en tu cabeza. Probablemente el primer beso es mucho mejor en tu recuerdo que aquella primera vez de la realidad, llena de nervios, dudas y babas. Eso no implica que aquella lesión no te doliese en realidad ni que aquel beso fuera espectacular. Es sólo que funcionamos así y es mejor tenerlo presente cuando se va a opinar.
Pero en este caso creo que un ejemplo práctico es mucho mejor que cualquier explicación. Los que vivimos nuestra pubertad y nuestra adolescencia entre finales de los 80 y primeros de los 90 tendemos a pensar que la música de aquella época fue algo irrepetible. Y lo fue, de alguna manera: Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden, Prince, U2 (antes de la decadencia), Springsteen, el britpop…
Es cierto, pero, por un lado, dame cualquier década que se te ocurra y te menciono al menos otros tantos nombres igual de interesantes que aparecieron o tuvieron su mejor momento en esos años. Pero, sobre todo, escucha la siguiente playlist:
Es música de mediados de los 80 a mediados de los 90. Basándote sólo en esa lista, repíteme aquello de que la música de nuestra adolescencia sí que era buena, no como la de ahora. Escucha a continuación la siguiente lista:
Es música editada entre 2020 y 2023. Si sólo tuvieras estas dos listas ¿seguirías diciendo que la música de entonces era mejor que la que se hace hoy?
Lo que ocurre es que, respecto a tu momento idealizado, cristalizado en tu cabeza como algo perfecto, has decidido seleccionar y olvidar. Lo que ocurre, también, es que en la lista actual he aplicado también un sesgo y me he ido a cosas que a los que tenemos 35, 45 o 55 años nos pueden resultar más cercanas o más amables que Rosalía (y donde digo Rosalía podemos poner cualquier muchos otros nombres). Lo que ocurre es que he hecho el trabajo de buscar y de escuchar, más o menos como hacía a los 17. Pero al margen de todo eso, sigue siendo música real de los últimos tres años y, si me paro a mirar con calma a la lista, es más diversa y mejor producida que la media de hace 20 o 30 años.
No, no todo lo que está en esa lista me gusta. Pero es representativo de la música que se está haciendo en esta década y vale la pena escucharlo, explorar, llegar a otros temas a partir de estos, descubrir otras bandas, géneros con los que estemos menos familiarizados. Entender que los tiros, algunos de ellos, van por ahí, aunque solamente sea para no volver a parecer el señor que mira las obras desde la valla y se queja.
Hablo de música, pero podría hablar de libros. Seguramente ningún libro te ha vuelto a marcar como aquellos que te influyeron con 16 años. Y seguramente, si vuelves ahora a aquellas mismas lecturas, algunas se van a caer de tu ranking. Suele ser una experiencia agridulce, pero a veces es interesante ver si ocurre. Y ocurre mucho con Lovecraft, por ejemplo. O con Bukowski. Con algunas obras de Hemingway, con otras de Kerouac… Hay cosas en ellos que funcionaban para un adolescente que los leía 30 años después de su publicación y desde el contexto cultural de los 90, pero quizás ya no tanto para un adulto, con más lecturas en su recámara, que los lee desde 2023, seis o siete décadas después de que fuesen escritos.
Has cambiado tú y han cambiado los filtros que aplicas. Y en esos años ha cambiado el mundo, un poco, también. Que el mundo es una cosa que cambia. Y que entre tú y Hemingway hoy hay la misma distancia que entre Hemingway y La Regenta, más o menos. O que entre La Regenta y Lord Byron o entre Lord Byron y Rousseau, para que veas lo que se transforman las cosas y los puntos de vista en un intervalo como ese, aunque nos falten distancia y perspectiva histórica cuando nos toca de cerca.
Esta semana se inaguraba la feria ARCO, una ocasión perfecta para asomarte y pararte a pensar en cómo te enfrentas a lo que se expone. Y ver si, quizás, vas necesitando unas bifocales mentales.
Un buen ejemplo de sesgo lo encuentras, por ejemplo, en lo que tienes en tu cabeza sobre los vikingos, de los que he hablado varias veces aquí. Y lo he hecho porque la investigación reciente nos está ayudando a desprendernos de los filtros que acumulamos durante siglos.
Eran unos bárbaros, crueles, sanguinarios, sin moral, salvajes… Quien te lo ha dicho han sido sus enemigos, sus víctimas, quien necesitaba justificarse por sus derrotas, quien quería hacerse una campaña de imagen a base de animalizar al otro. Los vikingos hicieron unas cuantas barbaridades, sin duda. Más aún si las medimos desde la mentalidad actual, que no coincide necesariamente con los valores del S.X.
Pero los vikingos, en muchos casos, no hicieron mucho más que los cruzados en Tierra Santa. La diferencia es que unos nos lo hicieron a nosotros (entendiendo “nosotros” como nuestra herencia cultural) y en el otro caso fuimos nosotros quienes se lo hicimos a otros, fueron los nuestros, por mucho que me espante esa expresión -los nuestros- esos bárbaros infieles que llegaron de otro lugar para arrasar pueblos, saquear, mutilar o esclavizar. Es muy interesante darle un vistazo a enfoques como el de Las Cruzadas Vistas por los Árabes, de Amin Maalouf para darse cuenta que, de pronto, el otro es igual que nosotros, con los mismos miedo, con el mismo aprecio por las mismas cosas, y ve al enemigo igual que nosotros vimos al nuestro.
En gastronomía ocurre otro tanto. Y no tengo ni que irme a aquellos tomates de tu infancia que no has vuelto a encontrar. Quizás estás comparando el primer tomate de huerto que te tomaste, en un verano inolvidable de tu infancia, en una casa en la que fuiste feliz, con un tomate de supermercado, que ha pasado unos días en cámara, que estás tomando en marzo en un día ramplón en el que llegar harto del trabajo y te duele la cabeza. Y si tienes en cuenta todo eso, a lo mejor no es el tomate el que ha cambiado.
Pero no voy por ahí, decía. No tengo que irme a esos tópicos que todos escuchamos cada vez que nos volvemos a sentar en una mesa con más de cuatro o cinco personas. Familiares, amigos, compañeros de trabajo; da igual. Los tomates ya no son como los de antes, los quesos ya no son como los de antes ¿Y el pan? El pan tampoco, por supuesto. Todo, en general, era mejor antes.
En esta ocasión hablo, más bien, de tu memoria en cuanto a restaurantes y del filtro que le aplicas a los actuales. Porque es posible, que si eres aficionado a los restaurantes, en los últimos tiempos hayas hablado o hayas oído hablar de cansancio, de cierto aburrimiento, de repetición, de falta de emoción.
Los restaurantes se copian. Es cierto, algunos lo hacen. Y algunos de los que lo hacen lo hacen no muy bien, pero ¿no lo hacían los restaurantes de los 70, 80 o 90? ¿De verdad crees que el restaurante de tu barrio tuvo una epifanía y creó las endibias al roquefort, los pimientos rellenos de bechamel con bacalao, el revuelto de ajetes, el cordon bleu o o el cóctel de gambas? ¿La merluza a baja temperatura, el tataki de atún, las croquetas de calamares en su tinta o el primer bao que probaste y que te dejó con el culo torcido? ¿O tal vez eras tú que tenías menos bagaje y más ganas de dejarte sorprender, eras más inocente y un poco menos sieso?
La acumulación de información nos hace un poco más sabios. A veces, no siempre. Pero nos quita al mismo tiempo la capacidad de sorpresa y nos vuelve más quisquillosos. Ya lo hemos visto casi todo, ya nos lo han contado, cada vez menos cosas son nuevas. Es una forma de pensar a la que tendemos y que nos va llevando a un hastío que es el mismo, insisto, que el del señor mayor que le grita a las palomas en el parque porque ya está de vuelta de todo y, por algún motivo, aquello no le parece bien. Aunque a veces lo que no le parece bien sea él mismo, el él de ahora que ya no es el él que le gustaba, pero mejor gritarle a las palomas.
Hay que tratar de quitarle sesgos a la forma de ver las cosas, valorarlas en su contexto. Y, sobre todo, relativizar las que tenemos en nuestra memoria. Quizás no estás cansado de la cocina sino de algunos de los excesos que envuelven a la cocina y que hace no tanto, eso sí es verdad, no existían. Quizás lo que te gustaba era aquel sitio, en aquel momento, con aquella edad y con aquella gente con la que fuiste a él. Tal vez lo que te gusta es el recuerdo de aquel sitio y no tanto el sitio en sí.
Intenta olvidarte de todo eso que está alrededor y vuelve al plato, vuelve al menú ¿De verdad es tan aburrido? ¿De verdad es mucho peor que aquellos que tomaste en tu pueblo, o en tu barrio, en 1997? ¿No estarás, en realidad, haciéndote mayor, aunque no te guste la idea, y ese menú te pilla tan lejos como Rosalía? Mira que fácil te lo v’y a decir / que esta motomami ya no está p’a ti.
Que me dirás que son una simpleza de versos. Y yo te diré Siempre quise ir a L.A./ dejar un día está ciudá. O, si tienes un poco más de edad Hawaii, Bombay, tumbado en la hamaca / Hawaii, Bombay, toco una maraca /Pachín, Pachín / toco una de Machín. Los filtros, recuerda. Lo que decidimos no recordar.
¿Vamos a tener que hacer dos playlists de platos, también?
Gracias por seguir aquí una semana más.
xxx
Por cierto, la semana pasada publiqué la segunda entrega del Atlas de las Carreteras Secundarias, por si te apetece darle un vistazo al fragmento que está en abierto y quizás, luego, suscribirte.
Algunos enlaces
Hace unos días estuve por la comarca de Bergantiños y lo conté luego en Vinte. Si estás pensando en escapadas para esta primavera, tal vez te dé alguna idea.
En un mundo de proyectos arquitectónicos que juegan con los bordes de la realidad (y de la concepción estética adulta, diría); en el que abundan los proyectos de esa arquitectura que yo llamaría testicular, ese diseño demostrativo, de dejar con la boca abierta, del más alto, más grande…
…de un “no va ser por dinero” que deja el piso neoyorquino de Donald Trump, hasta hace poco el ejemplo perfecto de mal gusto de nuevo rico, en un intento casi infantil de llamar la atención…
… aún aparecen proyectos que, sí, pueden heredar esa obsesión fálica de una cierta arquitectura capitalista, pero al menos lo hacen desde la sobriedad y la referencia a los clásicos contemporáneos, como el Tokyo Torch. Dentro de una misma familia, la de la arquitectura representacional, se me ocurren pocos universos más distantes entre sí que este y el de los megaproyectos que parecen salir de la cabeza de un diseñador de videojuegos pasado de cafeína.
Lo que he leído
Estoy estos días con las Cartas Luteranas de Pasolini. Una vez superado un estilo que no ha envejecido bien -me pregunto si era moderno en su momento o es una herencia de una época anterior- me parece fascinante cómo se detiene en hacer un análisis de la Italia de su época por el simple placer de hacerlo. Es más un ejercicio de estilo que otra cosa, seguramente, pero está siendo una lectura interesante.
Lo que he visto
Estoy con The Rig, una serie -últimamente no soy demasiado de series- de Amazon Prime. Es la primera serie que Amazon produce íntegramente en Escocia y, aunque la empezamos por casualidad, la verdad es que ha sido una sorpresa. Una plataforma petrolífera que queda aislada del mundo en medio de la niebla y un puñado de actores, algunos de los cuales te sonarán si has visto Juego de Tronos. No hace falta mucho más.
Lo que he escuchado
Pues estos días, como has visto, he escuchado bastante música reciente. Bastante más de lo que suele ser habitual en mí, así que por esta semana no añadiré nada más.
Qué bien dicho, joper. Me encuentro con ese comentario día sí y día también entre la gente con la que trabajo y no solo sobre Rosalía: también sobre la música actual en general, el reggaeton en particular, Sam Smith y sus performances "demoníacas" (sic), las películas actuales o el lenguaje inclusivo. Y uno se harta ya de ser pedagógico y se le acaban los argumentos para no acabar en lo que tú dices: "no es Rosalía, eres tú". De hecho el Motomami de Rosalía me parece el mejor disco para empezar si tienes cierta curiosidad en lo que está pasando musicalmente hoy en día. Hay tantos hilos de los que tirar a partir de él que habría que darle las gracias por ello todos los días. Así que me copio muchas de tus frases porque no puc mes 🤣
Yo he sido de las que ha hecho ese comentario sobre Rosalía y cuánta razón tienes 🫠 Gracias por las playlist! Y viva el rock! 😂😂😂