Los que escribimos sobre turismo gastronómico solemos poner el acento en el restaurante y convertirlo en el motivo central del viaje. A veces es así en la realidad, pero olvidamos que en muchas otras ocasiones el restaurante es el complemento, un servicio cuando visitamos otras cosas; un servicio que es mejor, evidentemente, cuando es mejor, pero un servicio al fin y al cabo, una pieza más que hace que todo el engranaje del viaje funcione.
Por eso este mes he decidido que pongo el acento en los paisajes. Con frecuencia son los que motivan una escapada o, al menos, los que nos llevan a hacer un desvío.